miércoles, 2 de mayo de 2012

El Negro


Una colaboración de yasmin monsalve
 Una historia de apenas tres párrafos se convirtió en el artículo más
 leído del periódico el País de España, en su página de internet. Son
 líneas conmovedoras sobre la inmigración, uno de los temas más
 delicados y que mayor preocupación genera entre los ciudadanos
 europeos. La anécdota que cuenta Rosa Montero es uno de los temas más
 comentados en redes sociales y considerada por el escritor brasilero
 Paulo Coelho como lectura obligada. Este es el mensaje:

 ‘El negro’

 
 Estamos en el comedor estudiantil de una universidad alemana. Una
 alumna rubia e inequívocamente germana adquiere su bandeja con el menú
 en el mostrador del autoservicio y luego se sienta en una mesa.
 Entonces advierte que ha olvidado los cubiertos y vuelve a levantarse
 para cogerlos. Al regresar, descubre con estupor que un chico negro,
 probablemente subsahariano por su aspecto, se ha sentado en su lugar y
 está comiendo de su bandeja.

 De entrada, la muchacha se siente desconcertada y agredida; pero
 enseguida corrige su pensamiento y supone que el africano no está
 acostumbrado al sentido de la propiedad privada y de la intimidad del
 europeo, o incluso que quizá no disponga de dinero suficiente para
 pagarse la comida, aun siendo ésta barata para el elevado estándar de
 vida de nuestros ricos países. De modo que la chica decide sentarse
 frente al tipo y sonreírle amistosamente. A lo cual el africano
 contesta con otra blanca sonrisa. A continuación, la alemana comienza
 a comer de la bandeja intentando aparentar la mayor normalidad y
 compartiéndola con exquisita generosidad y cortesía con el chico
 negro. Y así, él se toma la ensalada, ella apura la sopa, ambos
 pinchan paritariamente del mismo plato de estofado hasta acabarlo y
uno da cuenta del yogur y la otra de la pieza de fruta.

 Todo ello trufado de múltiples sonrisas educadas, tímidas por parte
 del muchacho, suavemente alentadoras y comprensivas por parte de ella.
 Acabado el almuerzo, la alemana se levanta en busca de un café. Y
 entonces descubre, en la mesa vecina detrás de ella, su propio abrigo
 colocado sobre el respaldo de una silla y una bandeja de comida
intacta.

 Dedico esta historia deliciosa, que además es auténtica, a todos
 aquellos españoles que, en el fondo, recelan de los inmigrantes y les
 consideran individuos inferiores. A todas esas personas que, aun
 bienintencionadas, les observan con condescendencia y paternalismo.
 Será mejor que nos libremos de los prejuicios o corremos el riesgo de
 hacer el mismo ridículo que la pobre alemana, que creía ser el colmo
de la civilización mientras el africano, él sí inmensamente educado,
la dejaba comer de su bandeja y tal vez pensaba: “Pero qué chiflados
están los europeos”.

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